La fábula es lo supremo y casi el alma de la tragedia.
Aristóteles
Primer apunte
Presentaré aquí los apuntes para una
investigación sobre la obra de Augusto Monterroso, anotados por el que firma en
una libreta británica de la marca Sukie ®, en cuya portada puede leerse el
título "My first novel".
Por
momentos estos apuntes podrían tomar la forma de un ensayo, aunque más por el
empuje de cierta inercia literaria que por la ejecución de un diseño
predeterminado. Las proyecciones de un potencial trabajo científico me
resultaron abrumadoras y no me quedó más opción que echar mano de este recurso,
no del todo elegante.
Debo aclarar que las hipótesis que
me planteaba nunca pasaron de la fase exploratoria. Las pensé, en su mayoría,
tomando como fuente primaria los libros La
oveja negra y demás fábulas y Tríptico.[1]
También leí otras obras de Monterroso, como Los
buscadores de oro, Pájaros de Hispanoamérica y Obras completas y otros cuentos, sin embargo, su aporte a estos
apuntes siempre lo consideré menor.
Mi
intención inicial era comparar las aristotélicas fieras monterrosianas [2]
con los animales fantásticos de otros escritores,[3] quizás con la
pretensión de establecer una posible 'anima'[4] de los textos: un
'devenir animal’[5] que determinaría no solamente el estilo, sino
también la orientación ideológica de lo escrito. Al mismo tiempo, me habría
gustado relacionar el bestiario de Monterroso con la galería zoomística[6]
de los pueblos originarios mesoamericanos, con el objetivo de mostrar cómo
podría haber mutado una obra literaria en atención a las formas y
características de una fauna cultural distinta.
Como
resultado de tales comparaciones se habría desarrollado una lectura en donde la
morfología biológica encontraría resonancias en la morfología estructural de la
ficción,[7] del mismo modo en que podemos derivar conductas o
razonamientos humanos a partir de las características que observamos en un animal.
No me
tomó mucho tiempo darme cuenta de que tales propósitos excedían mis
capacidades. Fue por eso que consideré conveniente aceptar que mi verdadero
deseo era el de crear mi propio perfil animal, a lo mejor a través de un
bestiario privado. El proyecto de investigación sobre Monterroso había sido
apenas una forma de sublimar una obra que venía aplazando a lo largo del
tiempo, siempre interrumpido por mis poemas, por mis pequeños relatos de
aprendiz, o por esas novelas demasiado ambiciosas e imposibles de ejecutar que
con frecuencia soñaba.
Segundo apunte
Entre mis
apuntes aparecen algunas hipótesis inteligentes, otras estúpidas, otras
ambiguas, y otras que son de algún interés aunque resulten indemostrables.
Una de
esas hipótesis (que no sabría cómo clasificar) postula poner por caso que
Monterroso no visitaba el moderno zoológico de Chapultepec,[8] sino
que para escribir La oveja negra y demás
fábulas, el autor utilizaba la
descripción de uno de los zoológicos de Moctezuma Xocoyotzin, gobernante del
imperio azteca de 1502 a 1520.
Buena
parte de las fieras podría ser la misma en ambos confinamientos, así que
valdría la pena concentrarse en la arqueofauna, es decir, habría que poner el
ojo en aquellos animales que pueden considerarse propiamente endémicos de la
zona del autor desde la época precolombina.[9]
El
zopilote, por ejemplo. Un oscuro picoteador de textos muertos. Eso alcanzo a
imaginar, un autor que se alimenta de los restos de una creación literaria sin
vida, dejada en los huesos por algún crítico cruel.
En la
tradición de la novela psicozoológica de Rafael Arévalo Martínez,[10]
uno podría caer en la tentación de transformar en bestia a un enemigo. Un
detractor literario visto como un grotesco tapir, una ex novia enfurecida
convertida en una fría lagartija que regurgita su abandono. La literatura suele
acometer este tipo de experimentos con la crueldad.[11]
En el
caso de Tito Monterroso, su elegancia clásica lo previno siempre de cualquier
exabrupto paródico. Imaginemos entonces cómo se desarrollaría la fabulación de
un quetzal humanizado: ¿nos hablaría Tito de un soberano pero leve zarpazo de
jade, o más bien evitaría tales excesos poéticos?
En el totocallli se encontraba encerrado el
ratón meteorito (Microtus quasiater),
a la espera del autor que lo pudiera transformar en el súper héroe infantil que
su nombre profetiza. ¿Cuál enseñanza moral escondería ese pequeño roedor
punketo?
La
inverosímil fábula del huachinango sorprendería al propio Esopo,[12]
por su colorido y la riqueza de sus candorosos matices. Es la historia de un
pez que desea dejar de ser pescado por deporte (pues esto conlleva la constante
humillación de ser devuelto al agua) y que tan sólo anhela terminar dignamente
cocinado a la veracruzana.
¡Acaben
de una buena vez con esto, pardiez!
El
tlacuache azteca es el mismo tacuazín maya que se ocupa de tiznar el cielo para
que acontezca el crepúsculo, tal como lo cuenta el preámbulo del Popol Vuh. Es un pintor marsupial que se
encarga de ocultar la luz, un conceptualista[13] avant la lettre, decepcionado porque los
críticos no respetan la oscura iluminación que provoca su arte.
Y así
deben de haber millares de animales esperando su ficción, semejantes a aquellos
famosos personajes a la espera de su autor.[14]
¿Quién se
atreverá a escribir la fábula del zompopo y el inframundo?[15]
Pequeño apunte sobre el nahual de Tito
El
colibrí es el nahual[16] de Augusto Monterroso. Esto lo descubrí al
consultarlo en una de esas páginas techno-místicas que pululan por la Web.
Hablamos del signo 7 I’q, relacionado con el "viento creativo“[17]
que encarna en un animal pequeño pero de poderoso motor, sí, el mismo picaflor
que podría funcionar como un emblema[18] alado de la brevedad
contundente.
El viento
que impulsa un movimiento perpetuo, tal es el nahual de Tito.[19]
Este
hallazgo me ha hecho creer que mis apuntes serán también el inicio de mi
bestiario personal o, para el caso, de una autobiografía animal: el relato de
un hombre que decide incorporar las habilidades asignadas a su nahual, a modo
de sobrevivir en la selva de la literatura. Una transformación que se vive como
una fábula en tiempo real, un particular drama
em gente.
Nota al margen
Hemos
podido sobrevivir (el plural, como vemos, no es mayestático) al Apocalipsis
transfigurado en las literaturas mutantes[20] y los delirios
monstruosos de las ficciones del último tiempo.[21] El fin del mundo
sucedió hace poco[22] (contrario a lo que se dice, los mayas
acertaron), y ahora pastamos por las auroras de un mundo más salvaje y más
bello.
Terminó
la prehistoria. Ha comenzado la era de las escrituras totales. De las lecturas
vivas. Todo eso se dice, o se deja de decir, en los suplementos de cultura.
Lo que
llamamos "realidad"[23] ha alcanzado tal grado de
monstruosidad[24] (es decir, de ilegibilidad) que incluso provocó ya
la resurrección de géneros impopulares como la crónica y la poesía. Basta
asomarse a las redes sociales y a las revistas on line: los poetas y los cronistas son los muertos redivivos que
desean devorarse el cerebro de la ficción.
Algunos
ensayistas afirman que la ficción,[25] en este marco histórico, ha
dejado de ser necesaria. Sin embargo tal certeza no es más que otra ficción,[26]
apenas una más entre las miles de serpientes que se muerden la cola mientras
siguen girando en una espiral fractalizada.
Me atrevo
a sugerir que los géneros literarios que están por aparecer (o que surgen sin
que nos demos cuenta), son los géneros literarios extraterrestres. Hablo en
sentido figurado, por supuesto, nomás para referirme a esa literatura que se
escribe en aquellos mundos perceptibles solamente en la propia lectura.
Autoficción
fantástica: ya no se trataría de una literatura que da cuenta de lo fantástico,
sino de escrituras y lecturas producidas por seres en conflicto con lo que
consideramos "humano". Metaciencia ficción: obras literarias que se conectan
entre planetas sospechados e insospechados; o formas alienígenas de lectura que
serían imaginadas por el trance de la escritura terrestre. Géneros inexistentes
que emplean estilos ensayados en otra dimensión, apenas atisbados por nuestra
limitada capacidad de leer.
Ya lo
había dicho un poeta beat:[27]
el lenguaje es un virus que aterrizó en el mismo meteoro que acabó con los
dinosaurios[28] (los cuales, por cierto, todavía están ahí).[29]
Pronto
leeremos las crónicas terrícolas que leerán los marcianos del futuro o del
pasado. Porque hay literaturas extraterrestres[30] e, incluso,
existe ya una filosofía extraterrestre en la obra de Stanislaw Lem. Es un
secreto a roces: ellos están entre nosotros.[31] La autoficción del
mañana será el testimonio realista del alienígena que nos parasita. Su
escritura también será el relato del viaje que hemos olvidado.
¿El
espacio exterior es eso que está afuera del libro?
And yet
Mientras
escribía la anterior nota al margen, comenzó a sonar (dejé puesta una radio
virtual en random) el tema "And
yet" de Sting.[32]
En uno de
los últimos estribillos dice el cantor, con ardorosa suavidad: "my head
must be in outer space".
Apunte onírico
Durante
la transcripción de estos apuntes comenzó otra batalla en mi fuero interno:[33]
la posibilidad de escribir un bestiario privado se confrontó con la irrupción
imprevista de unos sueños de contenido literario que buscaban proponerme otra (¿imaginaria?)
ruta de investigación.
Uno de
esos extraños sueños me presentó un texto de Augusto Monterroso, en donde el
autor nacido en Tegucigalpa sugería que la literatura de la borgiana región de
Tlön[34] habría sido escrita por unos autores poseídos por sus
dobles manifestados, de modo furtivo o clandestino, en este mundo.[35]
Dicho texto anunciaba también que muy pronto seríamos capaces de leer las
historias perdidas durante la migración por el estrecho de Bering y que la
literatura se terminaría de afirmar como la arqueología de nuestro propio
misterio.
El deseo
de una investigación sobre Monterroso renacía en mí, al lado de unos límites
nuevos, ¿pero de qué modo podría incluir esas admoniciones en un proyecto que
se quiere científico?, ¿cómo podría citar como fuente un "texto
onírico"?
Estoy
seguro de que el texto soñado no era una creación mía haciéndose pasar por obra
de Augusto Monterroso. El estilo lo dejaba claro, tanto el ritmo como las
palabras resultaban ajenas a las formas y tropos que intento cultivar.
Digámoslo sin ambages: una sola frase del texto del sueño bastaría para
aniquilar el arrumbado total de mi obra.
El hecho
de que me resulte imposible reproducir aquí el texto de Monterroso, lo
considero prueba suficiente de su autoría.[36] Sin embargo, no
quisiera presentarme como un médium que se ha podido comunicar con el espíritu
de nuestro autor. El sueño carecía de cualquier elemento místico, poseía más
bien una simplísima ambientación doméstica. No era otra cosa que una página
escrita a máquina, extendida sobre una mesa de madera.
El
único misterio lo proporcionaba la ejecución decididamente monterrosiana[37]
del texto leído por mi inconsciente. No existía ninguna intención mesiánica, ni
contenía ningún tipo de dedicatoria especial. Por lo demás, durante la lectura
onírica no me sentí favorecido o elegido, no me creí depositario de ningún
saber secreto. Creía estar despierto leyendo un cuento de Augusto Monterroso;
realizaba una tarea rutinaria para el desarrollo de una investigación sobre los
animales contenidos en su obra; y recuerdo que al despertar no me quedó más
remedio que leer de nuevo todos sus libros, línea por línea, a la caza de los
rastros de ese particular texto sobre las literaturas de Tlön[38] y
el ancestral estrecho de Bering.[39]
Debido a
la naturaleza surreal de esa búsqueda, mi estampa no era más la de un
investigador literario, sino la de uno de aquellos detectives con lupa y gabán
que encontramos en las películas o en los dibujos animados: un inspector que lo
lee todo hasta caer rendido (tres días después y tras una sobredosis de café),
decepcionado por no haber encontrado nada, feliz de no haber encontrado el
bendito relato fantasma.
Otra nota al margen: ¿red o poder?
Todavía
no conozco a Pedro Poitevin, ni a Aurelio Asiain, ni a Merlina Acevedo,
admirables maestros en el arte de meterle reversa a la frase y a la oración.
Supongo que me los encontraré, más tarde o más temprano, en algún lugar de
algún grande o pequeño país.
Si los
menciono por acá, es porque Tito Monterroso los contaría, sin lugar a dudas, en
su parnaso del palíndromo.
No
consignaré ahora ninguna gema de estos tres mosqueteros, pues me costaría
demasiado decidir cuáles son sus mejores hallazgos: hacen palíndromos
infinitos, además de enrevesadas, largas y afiladas variaciones, sumadas a esos
verdaderos portentos que van rimados o en metro clásico. Pueden comprobarlo en
sus cuentas de Twitter: @poitevin, @aasiain, @MerlinaAcevedo.
Algo les
he aprendido, aunque mi cosecha palindrómica personal es más bien modesta, como
cabe suponer. Me basta imaginar que se me considera un aficionado con buen
empuje para la difusión de la palabra revertida.
Pura y
constante es mi pasión: desde la adolescencia vengo soñando con inventar un
palíndromo, sin otro objetivo que poder incluirlo en un libro lleno de ensayos
librescos como los que me entretenían aquellas lejanas tardes.
Vaya
dicha la de poder cumplir mi sueño adolescente (por triplicado):
¿O da luz a la miel? ¿Leí mal?
¿Azulado?
–Yo hago y amo...
–¡La pija acaramelas y educas!
¡Sacude y sale, maraca! ¡Ají, paloma!
–Yoga hoy...
¿Red o poder?
Más apuntes
Es hora
de volver a mis apuntes sobre la obra de Augusto Monterroso, consignados en una
libreta británica de la marca Sukie ®.
Abandoné
ya cualquier proyecto científico sobre su obra y, a estas alturas, creo que
tampoco tengo fuerzas para iniciar ningún bestiario o autobiografía animal.
Ciencia y literatura fueron derrotadas por el caos que se transfigura en una
simple libreta de apuntes.
El
movimiento perpetuo[40] del caos, eso es lo que dirige este asedio.
El mismo movimiento que ha empujado mis manos a una velocidad tal que han
conseguido materializar un pequeño compilado de apuntes. El mismo viento que ha
soplado con la fuerza necesaria para transformar el viejo plan de una novela,
en un ensayo transgénero. Un ciclón va enrollando los planes de una germinal
autoficción,[41] los hace girar hasta que se escribe un asedio al
arquetipo literario de la brevedad.
Un
anciano viento milenario sopló tan fuerte que le puso alas al ratón meteorito.
Ese murciélago inédito batió sus alas con tal enjundia que se inició un huracán
en los albores del tiempo. Su violencia fue a golpear en el lejano origen de
las especies: así brotó el ornitorrinco.[42]
Se trata
del mismo viento que ahora me devuelve a mi primer apunte, ahí donde sugería
que si Monterroso hubiera elegido otros animales (pongamos, por ejemplo, el
elenco zoomístico mesoamericano), el estilo de sus textos (y no sólo de sus
fábulas) habría sido completamente distinto, habría mutado de una forma casi
imposible de imaginar.[43]
Y que
quede claro que no me refiero a los contenidos, o a las historias, sino a la
estructura escogida o creada, el lenguaje como soporte vivo, los propios
recursos estilísticos característicos de una obra. ¿No encerrará cada forma
animal también un estilo literario, del mismo modo en que los animales concentran
múltiples aspectos simbólicos de nuestra personalidad?[44]
O quizás
sólo estoy exagerando, así suele suceder con los apuntes: ahí uno puede
colocarlo todo, no hace falta comprobación, cualquier sospecha es capaz de
incubar la energía suficiente para tomar posesión de la página. En la libreta
de apuntes uno puede dibujar una abeja y hacerla volar con un suave golpe del
lápiz. Los teléfonos de nuestras amistades conviven con esos aforismos de
Montaigne que seguimos borroneando con el embeleso de una desesperanzada
pedagogía. La libreta de apuntes es un género literario que, a su modo, implica
la pureza del caos absoluto.[45]
Porque es
cierto que pude haber escrito un artículo[46] sobre la relación
entre los animales de Monterroso y las bestias fantásticas de Borges, algunas
de ellas consignadas también en cierta guía para encontrar animales de fantasía
escrita por el pícaro de Newt Scamander. Ése sí habría sido un proyecto
adecuado a mis capacidades, por supuesto.
También
pude haber aprovechado mis recientes visitas al zoológico de Leipzig,[47]
para comparar las fábulas monterrosianas con mis propias observaciones de la
fauna[48] ahí recluida.
Último apunte en la libreta Sukie ® (de la serie de
libretas "My first novel")
Al hacer
una revisión definitiva de mis apuntes (con la moribunda esperanza de escribir
un ensayo como la gente), percibí cierta insistencia enferma con el tema de las
fuentes imposibles. Se nota que no he sabido asimilar el texto fantasma de
Augusto Monterroso,[49] que no se cómo explicármelo, y que no
entiendo qué sentido puede tener haberlo leído durante el sueño. Tampoco
encontré ninguna manera plausible de demostrar que tal texto[50]
se corresponde con una fiel hechura del autor de La oveja negra y demás fábulas.
La única
opción que me queda (para darle alguna utilidad a dicha fuente), sería recordar
aquel escrito palabra por palabra, apostándole a cautivar a los lectores a
través de un singular golpe de efecto. Pero tendría que transcribirlo todo
durante un trance hipnótico,[51] o algo por el estilo, así que mejor
por aquí la dejamos.
[1] Tríptico es el nombre de una compilación que incluye
los libros La palabra mágica, Movimiento perpetuo y La letra e.
[2] Para encontrar una reflexión sobre la relación entre
animalidad y escritura, además de la función de la mosca como agente
vectorizador del estilo literario en Augusto Monterroso, véase: Sánchez
Martínez, José Alberto. "Escritura y vuelo: la palabra-mosca en Movimiento perpetuo de Augusto
Monterroso", Espéculo. Revista de
estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2009.
http://www.ucm.es/info/especulo/numero41/pamosca.html
[4] La idea del ánima (o alma) de las cosas, está
presente tanto en Aristóteles como en diversas corrientes del ancestral
nahualismo mesoamericano.
[5] Más que un mimetismo con el animal, Deleuze y
Guattari (Capitalisme et schizophrenie,
t.2, Mille plateaux, Francia, Editions de Minuit, 1980, p. 340) proponen la
incorporación literaria de la animalidad en cuanto pulsión producida por una
manada. Este concepto evoca al instinto de supervivencia que posee cada
especie. Véase también: Dittmar, Pierre-Olivier y Thomas Golsenne. « Note
sur le devenir-animal », éditions
papiers - laboratoire, subido el 18/05/2008,
http://www.editionspapiers.org/laboratoire/note-sur-le-devenir-animal
[7] Aquí me muestro influido por los estudios de Vladimir
Propp (Morfología del cuento, México,
Colofón, 1999, p. 7).
[8] Así lo indica en el preámbulo de La oveja negra y demás fábulas (México, Joaquín Mortiz, 1998, p. 2).
[9] Arqueofauna consultada en: Sugiyama, Nawa, et al.
"El zoológico de Moctezuma: mito o realidad". AMMVEPE, Vol. 20, No.2.
Marzo-abril 2009, p. 28-39.
[10] Existe un debate medio mitológico al respecto.
Algunos críticos consideran que el autor de El
hombre que parecía un caballo y otros cuentos, ha sido el inventor del
género psicozoológico. Su contendiente en este vaporoso pleito es Franz Kafka.
[12] De acuerdo con Monterroso (Tríptico, México, Fondo de Cultura Económica, 1995:186), "Si
no fuera malo, el mundo se regiría por las fábulas de Esopo".
[13] En la conocida versión de Adrián Recinos (Popol Vuh: las antiguas historias del quiché,
México, Fondo de Cultura Económica, 1953, p. 82) del Popol Vuh, aparece el tacuazín (wuch,
así llamado) como la deidad del amanecer. En la versión de Sam Colop (Popol Wuj. Traducción al español y notas de
Sam Colop, Guatemala, Cholsamaj, 2008, p. 21), se asocia al tacuazín con la
"deidad que oscurece el cielo antes del amanecer".
[14] Propongo una primera definición de la fábula
fantasma: una historia espectral cuya moraleja todavía no toma cuerpo en el papel.
[15] La palabra "zompopo" –hormiga gigante, en
lengua maya– tiene una curiosa similitud con la palabra "psychopomp",
el nombre anglosajón de los espíritus que guían a las almas en su paso por el
inframundo. El perrozompopo, por su parte, es una especie de salamandra de la
región Xolotlán de los nicaraos. Un bicho parecido al axolotl mexica, nativo de
Xochimilco. El perrozompopo gusta de tirar besos. También ladra. Estas habilidades
las manifiesta para mostrarnos su capacidad de trasladar su alma de una especie
a otra. Esto nos recuerda, asimismo, a su primo azteca, el axolotol, quien a
través del miedo a la muerte –que es una transformación total– aprende el arte
de las pequeñas mutaciones, regenera muñones y corazón, con gran talento. Es
importante anotar que uno de los más prestigiosos especialistas en animales
imaginarios, Newt Scamander, ha indicado que todas las salamandras viven en el
fuego, ya que son fieras de inframundo. Leonardo da Vinci –referido por Jorge
Luis Borges en su Manual de zoología
fantástica (México, Fondo de Cultura Económica, 1957/1998, p. 132)– aseguró
que las salamandras se alimentan de fuego. Asegura que lo usan para cambiar de
piel.
[16] El nahual es la fiera arquetípica o energía de la
naturaleza (como el agua o el fuego) que los pueblos mesoamericanos consideran
guía, o compañera del ser humano. Véase:Carlos Barrios, Ch’umilal Wuj. El libro del destino, Guatemala, 2004, p. 108.
[18] Me pregunto si Monterroso no prefirió a la mosca por
sobre el colibrí, en un alarde más de su sempiterna humildad.
[19] El nahual I’q también podría resumirse materialmente
en una mariposa. Su glifo nos recuerda a una letra "T" (¿de Tito?)...
Ver imagen incluida en anexo.
[20] El escritor Ezequiel Martínez publicó un artículo en
donde denomina "literatura mutante" a cierta "narrativa
experimental que navega entre lo grupal y lo virtual". Considera que esta
literatura manufacturada a varias manos y a través de las redes sociales,
"está condenada a un futuro imperfecto. Un autor no sólo le pone su pasado
y su presente a lo que escribe sino sobre todo su alma, única e indivisa. Y lo
que no tiene alma está condenado a morir antes de haber nacido". Véase:
Martínez, Ezequiel. "Literaturas mutantes". Revista Ñ, 22/03/2011.
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Literaturas_mutantes_0_448755363.html
[21] En la actualidad, la literatura, el arte y el cine de
zombis y mutantes experimentan un inusitado boom global.
[22] Una vez tuiteé: "El fin del mundo ya pasó, lo
que pasa es que ahora estamos en el after
party".
[23] Philip K. Dick dijo que la realidad era "aquello
que sigue estando ahí cuando dejas de creer en ella". Ver: K. Dick,
Philip. "How to Build a Universe
That Doesn't Fall Apart Two Days Later", 1978. url:
http://deoxy.org/pkd_how2build.htm.
[24] Eduardo Angulo establece que la criptozoología, o
sea, el estudio de los animales ocultos, "conlleva dos deseos
inalcanzables: encontrar sus elusivas criaturas y conseguir que los hallazgos
sean aceptados" (Monstruos. Una
visión científica de la criptozoología, Madrid, 451 Editores, 2001, p. 12).
[25] La capacidad de fabular es eterna, porque vive en el
fuego. Algunos aseguran que fue el mismo Quetzalcoatl –llamado también
Gucumatz, serpiente emplumada– quien liberó el fuego escondido bajo la tierra.
Este liberador del fuego es llamado Funzi en África y Prometeo en Europa.
[26] Me gusta pensar que no existe ninguna realidad, sino
más bien una "ficción hegemónica" en conflicto con otras
"ficciones subversivas".
[28] Siempre que se piensa en el famoso dinosaurio de la
microficción (ese que custodia el sueño de la historia), se acude a la imagen
de un tiránico Tiranosaurio Rex, emblema reptílico de los totalitarismos del
Siglo XX. No obstante, yo preferiría concederle la estampa del arqueópterix,
aquel transicional réptil alado: la configuración paleontológica del mito del
Quetzalcoatl y de los dragones célticos o chinos, símbolos duraderos y
transculturales de la evolución de la vida.
[29] Hay quienes dicen que Quetzalcoatl, la magnífica
serpiente emplumada, es el propio desenterrador del fuego de la ficción. Sin
embargo, dada su calidad infraterrena, yo me inclinaría más por identificar a
Tezcatlipoca (gemelo maligno de Quetzalcoatl, su espejo oscurecido) como el que
extrajo el fuego del subsuelo y lo llevó a la superficie. Quizás lo hizo
transformado en jaguar, pues esta fiera es el nahual de Tezcatlipoca.
[30] No estoy seguro de que el arte sea un atributo
exclusivamente humano. Esto lo digo ante el estupor que me han producido unos
mandalas creados por ciertos peces japoneses, cuyos hermosos diseños fueron
trazados en la arena submarina. Al inicio, muchos llegaron a creer que se
trataba de mensajes extraterrestres. Esto me hizo pensar que quizás los
alienígenas no son otra cosa que los animales que han aprendido a escaparse de
nuestra mirada. Para ver el video con los peces creadores de arte mandálico, ir
al anexo del final de este documento.
[34] Borges cuenta que en Tlön "la crítica suele
inventar autores" (Ficciones,
Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 31).
[35] En cuanto al mundo, Monterroso ha citado a Ferrater
Mora: "El mundo titulado 'real' puede ser considerado como un mundo
'exterior', en el cual los seres humanos –aunque son una parte de este mundo–
se topan y en el cual viven" (Tríptico,
op. cit., p. 341).
[37] Un estilo configurado por las ya citadas
„palabras-mosca“, a las que se refiere el académico José Alberto Sánchez
Martínez.
[38] Hace unos años, el escritor chileno Sergio Meier
publicó La segunda enciclopedia de Tlön,
misma que me atrevería a incluir entre las obras escritas por los aquí mentados
"dobles de otro mundo".
[40] Así lo sintetiza Monterroso: "La vida no es un
ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas
cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del
poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento
perpetuo" (Tríptico, op. cit.,
p. 23).
[41] El deseo de escribir una novela en clave de
autoficción me sobrevino al encontrarme representado como un personaje
secundario de la extraordinaria Canción
de tumba de Julián Herbert (México, Mondadori, 2012, p. 198).
[42] María Alzira Brum propone al ornitorrinco como un
animal modélico (o arquetípico) para un novedoso tipo de ficción, basada en
"el diseño de conexiones, la entropía y el pulido adecuado del
cristal". Su libro La orden secreta
de los ornitorrincos (Perú, Borrador, 2009, p. 74) surgió como una
consecuencia involuntaria de la voraz observación de cierto ornitorrinco
mantenido en cautiverio. Entre los apuntes dejados afuera de su novela, puede
leerse "mi mascota salvaje no sólo reúne un mamífero, un reptil y un ave;
también incluye el alma de una fabuladora brasileña que se expresa en español y
que sueña con las mismas mariposas que coleccionaba Nabokov".
[44] Divago (di, vago): ¿no habrá, por lo menos, la
potencialidad de un género literario por cada ser viviente?
[45] Si nos damos cuenta, en estas páginas he ejecutado
algo más que una mera transcripción, así que mis apuntes no aparecerán con esa
pureza a la que me refiero. ¿He ficcionalizado el contenido de mi libreta?
[46] En algún momento fantaseé con escribir un artículo
académico, cuyas citas funcionaran como "el inframundo o el infierno del
texto". En dicha estructura secreta (como un discreto homenaje al mundo
medieval), el texto sería el purgatorio y el cielo sería la mente del lector.
[47] Pasé seis meses inolvidables en la bella ciudad de
Leipzig, tan querida para el poeta Schiller. Debo aclarar que no frecuentaba
nada más el zoológico, sino también múltiples espectáculos teatrales y
musicales.
[48] Comencé mis visitas al zoológico de Leipzig poco
antes de mudarme a Berlín, en donde iniciaría la escritura de una tesis
doctoral sobre ciencia ficción latinoamericana. En mi proyecto de investigación
he coqueteado ya con algunas teorías que vinculan a la literatura con los
saberes necesarios para la supervivencia (Ette, Del macrocosmos al microrrelato. Nuevas perspectivas transareales)
y para la construcción narrativa de la realidad (Brunner, "The narrative
construction of reality").
[50] Si bien el tono tenía algo como de ciencia ficción
(un género que Monterroso no cultivó), el estilo, la prosodia y los
particularísimos tropos pertenecían, sin duda, al autor aquí asediado. Podría
tratarse de un texto que jamás se publicó, un texto borrado o incluso quemado,
un registro muerto que sigue flotando en el hiperespacio del inconsciente
colectivo.
[51] Buceando un poco más entre mis apuntes, encontré el
relato de otro sueño: yo pagaba las entradas para un concierto de música al
aire libre y el dependiente me devolvía, a propósito, más dinero del que debía
darme; detrás de mí venía Augusto Monterroso y protestaba, indignado, ante la
contundencia del "error"; le farfullaba algo al risueño dependiente
que nos guiñaba el ojo. ¿Habré soñado una pesadilla de nuestro autor?
Imagen: http://www.gandhi.com.mx/index.cfm/id/Producto/dept/Libros/pid/894489